"MIS QUERIDOS HERMANAS Y HERMANOS, QUE LAS ROSAS FLOREZCAN SOBRE VUESTRA CRUZ."
(Los miembros responden: "Y sobre la vuestra también.")
Es nuestra costumbre reunirnos aquí una vez a la semana, con el propósito de poner en práctica el segundo mandamiento del Cristo: Curar al enfermo. Un carbón no hará un fuego, pero donde un cierto número de carbones se amontonan, el calor que está latente en cada uno de ellos puede encenderse en llama emitiendo luz y calor.
Estamos ahora juntando nuestros carbones en un esfuerzo por generar pensamientos de ayuda y curación y por enfocarlos en una sola dirección, para que puedan ser accesibles para ayudar a los Hermanos Mayores de la Orden Rosacruz en su Benéfica, labor en favor de la humanidad.
Si deseamos ser verdaderos ayudantes en la obra que los Hermanos Mayores han iniciado, debemos hacer de nuestros cuerpos instrumentos adecuados; debemos purificarlos por medio de la vida pura, porque un vaso sucio no puede contener agua pura y saludable, ni un lente manchado puede dar una imagen precisa. Tampoco puede ser enviada fuerza de curación pura y fuerte desde aquí, a menos que conservemos nuestras mentes y cuerpos limpios y puros.
Es un privilegio estar aquí, en medio de todos estos pensamientos de amor y de oración y ofrecemos nosotros mismos como canales para recibir y liberar la fuerza de curación que viene directamente del Padre. Pero antes de que este poder pueda ser trasmitido debe haber sido generado y para hacer esto eficazmente, debemos comprender con exactitud lo que es este método. No es suficiente que sepamos de un modo vago de la enfermedad y sufrimientos que hay en el mundo, ni que tengamos una idea oscurecida y nebulosa de ayudar a aliviar este sufrimiento, sea corporal o mental. Debemos hacer algo definido para alcanzar nuestro objeto. La enfermedad podemos decir que es realmente un fuego, el fuego invisible que es el Padre, que se esfuerza por disolver la cristalización que hemos acumulado en nuestros cuerpos. Reconocemos que la fiebre es un fuego, pero los tumores, cánceres, y todas las otras enfermedades son realmente también el efecto de este fuego invisible, que se esfuerza por purificar el sistema y librarlo de las condiciones que hemos producido, al quebrantar las leyes de la naturaleza. Esta misma energía que se está esforzando lentamente por limpiar el cuerpo, puede ser aumentada grandemente por medio de la concentración adecuada, lo que la oración realmente es; con tal de que tengamos las condiciones necesarias.
Para ilustrar lo que estas condiciones son, tomaremos la tromba marina como ejemplo. Podéis no haber visto este fenómeno de la naturaleza, pero es maravilloso e imponente. Generalmente en el momento en que ocurre, el cielo parece colgar muy bajo sobre el agua, notándose una gran tensión en el aire, una depresión o concentración. Gradualmente parece como si un punto del cielo descendiese hacia el agua y las olas en ese lugar parecen saltar, hasta que tanto el cielo como el agua se unen en vertiginosa vorágine.
Algo similar sucede cuando una persona o un número de personas se unen en fervorosa oración. Cuando una persona suplica intensa y sinceramente a un poder superior, su aura parece formar como un embudo, que se parece a la parte inferior de la tromba. Esta forma áurica salta al espacio a una gran distancia hacia arriba y estando en sintonía con la vibración Crística del mundo interplanetario del Espíritu de Vida, hace descender de allí un poder divino, que entra en el hombre o compañía de hombres, y anima la forma de pensamiento que ellos han creado. De este modo se cumplirá el objeto por el cual se han unido. Pero téngase presente que el método de orar o de concentrarse, no es un frío proceso intelectual. Debe haber una cierta cantidad de sentimiento adecuado para lograr el objeto deseado y a menos que esta intensidad de sentimiento esté presente, el objeto no se realizará.
Este es el secreto de todas las oraciones milagrosas que han sido registradas: la persona que oraba por alguna cosa estaba siempre poseída de intenso fervor; su ser entero estaba absorbido en el deseo por esta u otra cosa por la cual oraba y de este modo se elevaba a sí misma a los mismos reinos de lo divino y hacía descender la respuesta del Padre.
Concentrémonos ahora en el Emblema Rosacruz que está sobre la pared. La rosa pura y blanca simboliza el corazón del Auxiliar Invisible; las rosas rojas significan su sangre purificada; la cruz blanca nos recuerda su cuerpo y la estrella dorada representa el dorado vestido de bodas, que se teje mediante una vida pura.
Liberemos, por medio de nuestras oraciones al Padre, que es el Gran Médico, la fuerza de curación, para que podamos llegar a los que nos han pedido ayuda y también a aquellos que no pudieron solicitar nuestro auxilio. Pongamos toda la intensidad de sentimiento posible en esta oración, para que podamos formar en verdad un embudo que haga descender la divina energía procedente del Padre. Pero existe un gran peligro del mal usar este maravilloso poder; por lo tanto debemos siempre dirigir nuestras súplicas por los demás con las palabras del Cristo: "No se haga mi voluntad, sino la Tuya".
Concentrémonos ahora durante unos minutos en Curación.
4. Después de la concentración todos se levantan y cantan la última estrofa del himno de clausura.
5. Conclúyase el Servicio leyendo la siguiente Admonición de Partida:
"Ahora dejaremos la fuerza de curación liberada en manos de Cristo, los Hermanos Mayores y los Auxiliares Invisibles, para ser usada donde más necesite". Así sea.