domingo, 8 de febrero de 2015

EL SANTO ARCO REAL DE JERUSALÉN

El Paraíso Perdido


No deja de ser un hecho llamativo el desconocimiento generalizado que existe entre los Masones respecto a la naturaleza de la Iniciación. Es muy común que cada uno considere la Iniciación según su propia opinión y que apliquemos el término Iniciación a cualquier cosa, desde el conocimiento de una técnica comercial hasta ciertas experiencias de la vida, pasando por cosas tan alejadas de la Iniciación en sí como adoptar una cierta actitud política. Sin duda la palabra «iniciación» goza de diferentes acepciones en el diccionario de la Real Academia Española, pero la Masonería, como el resto de órdenes iniciáticas, no fue establecida para mantener unas enseñanzas insípidas que, aun siendo necesarias, no necesitan en absoluto de una orden iniciática. La razón de ser de una orden iniciática es infinitamente más ambiciosa y estremecedora.

La Iniciación existe porque el alma disfrutó una vez de una existencia dichosa en el Paraíso; pero, por algún acontecimiento infausto, fue expulsada de él, viéndose precipitada a este mundo de oscuridad y materia. Desde entonces, el alma deplora su estado caído y anhela recuperar la felicidad perdida. En el contexto judeocristiano este suceso lo conocemos como «La Caída del Hombre».

Sin embargo, la tradición hebrea no fue capaz de desarrollar lo suficientemente la naturaleza de esa caída. No describió cómo aconteció, ni en qué consistió. El resultado más evidente de esto es que, en la tradición occidental, hemos desarrollado una extensa y minuciosa teología respecto a lo que acontece tras la muerte, pero nunca se ha planteado de manera realmente seria qué es lo que acontece antes del nacimiento.



La Expulsión del Edén, de Miguel Ángel.


No obstante, lo habitual en las doctrinas mistéricas es que sí ofreciesen una descripción simbólica del proceso. En una etapa del desarrollo humano en que el hombre miraba al cielo intentando hallar una explicación al mundo en que se encontraba, las distintas culturas occidentales crearon su metáfora de la Caída del Hombre en base a elementos astronómicos. Por pura analogía con sus concepciones astronómicas, se asumió que, en el momento de precipitarse desde el cielo a la tierra, el alma atravesaba las esferas de los distintos planetas, y mientras atravesaba cada una de dichas esferas, se le adhería un cuerpo. A su paso por Saturno adquiría un cuerpo con capacidad de razonar, pero también de engañar e intrigar. Al pasar por la esfera de Marte, adquiría un cuerpo capaz de emplear la violencia. Al atravesar la esfera de Venus, se le adhería un cuerpo con tendencia a la concupiscencia. Al pasar por el dominio de Júpiter adquiere la capacidad del poder. Al atravesar la esfera de la Luna adquiría la capacidad de crecer y generar, y así sucesivamente. Independientemente de cómo se consideren estas adherencias o cuerpos, el factor común es que el alma humana, como fruto de su caída, queda tan irreconocible como la estatua de Glauco que mencionaba Platón, que tras su caída en el mar estaba tan desfigurada por las algas y conchas adheridas que parecía más un monstruo que no la estatua original. No deja de ser una ironía el que los hombres se pregunten si tienen alma: son alma, lo que tienen accidentalmente es un cuerpo. Alma creada a imagen y semejanza de Dios (creer que el texto del Génesis plantea la posibilidad de un Dios antropomorfo, hecho a imagen y semejanza del hombre caído, es no saber distinguir un diamante de la caja de plástico que lo contiene).

El momento en que el alma se da cuenta de su estado de exilio en este mundo, en el que rige la materia y la esclavitud que esta impone, es el punto de partida del proceso de regeneración del hombre. Y es aquí donde comienza la experiencia de la Iniciación, plasmada en la Masonería Tradicional.

Grados Iniciáticos

A lo largo del tiempo la Masonería ha visto cómo se han multiplicado los grados que se trabajaban. Los grados creados son de interés diverso, y transmiten enseñanzas muy variadas, ya sea de índole existencial, moral o filosófica.

Sin embargo en 1813 la Gran Logia Unida de Inglaterra declaró que «la Masonería Antigua y pura está compuesta de tres grados y nada más, a saber: Aprendiz Entrado, Compañero, y Maestro Masón, incluyendo este último la Orden Suprema del Santo Arco Real».
La razón para esto es que estos Grados representan un fenómeno totalmente distinto de lo que puedan transmitir los demás. Estos Grados plasman de forma dramatizada una experiencia que acompaña al hombre desde que puede considerarse como tal: la Iniciación. Ya sea en la España de 2013, o en la China del año 3500 a.C., en el Antiguo Egipto, o entre los nativos americanos, este proceso extraordinario se desarrolla a grandes rasgos en una serie de etapas comunes: una primera etapa de purificación y perfeccionamiento, una segunda etapa en la que el alma debe buscar en su interior (esto queda patente en los ritos antiguos como York o Emulación, pero no en los ritos modernos como REAA o Francés, donde se introdujeron las modificaciones filosóficas de Preston), y una tercera etapa —que en realidad es el punto de partida de todo— en la que se produce la gran ordalía, tras lo cual comienza realmente el proceso iniciático. Para el profano puede resultar sorprendente descubrir que la Iniciación que se confiere al ser aceptado en una Logia no supone iniciación real alguna. La Iniciación real es la del Tercer Grado, y desde luego no acontece en la Logia, donde únicamente se representa una alegoría de la misma, sino en otro contexto privado e íntimo, y en el caso de que realmente llegue a experimentarse. Los antiguos órficos denominaban a esta primera Iniciación «teleté», y los eleusinos «epopteia», aunque coloquialmente los griegos se referían a ella como «ser Apolo». El latino Apuleyo se refiere a ello como «ver el sol a medianoche».


Las cuatro etapas de la Iniciación, tal y como son descritas por el antiguo libro chino El Secreto de la Flor de Oro: recolección de la luz, nacimiento del nuevo ser en el entorno de la fuerza, separación del cuerpo-espíritu para la existencia independiente y consolidación de la iluminación.

Como ilustración de este proceso nos basta referirnos al diagrama de la sección de la Gran Pirámide de Egipto, que fue construida así, no ya para ser templo de iniciación, sino para registrar de forma permanente los principios que rigen el proceso de regeneración. Su pasaje de entrada discurre durante alguna distancia hacia el interior del edificio como un estrecho canal ascendente a través del cual el postulante que desea alcanzar el centro debe arrastrarse en no poca incomodidad y dificultad. Esto era para representar la disciplina y el trabajo, cuesta arriba, de purificación, que se requiere en el Grado de Aprendiz. En un punto concreto este pasaje estrecho se abre a una galería larga y elevada, todavía muy empinada, por la que el postulante debe pasar, pero en libertad y comodidad. Esto simboliza la condición de iluminación y libertad intelectual asociada al Grado de Compañero. Terminaba en un lugar donde el candidato debía esforzarse de nuevo con sus manos y rodillas a través de la menor apertura de todas, en la que se hallaba, y todavía se halla, el gran sarcófago en el que era colocado para afrontar la última y suprema ordalía, y de donde era levantado de entre los muertos, iniciado y perfeccionado.
Walter L. Wilmshurst
El Significado de la Masonería


Conforme la Masonería operativa se fue transformando en especulativa, y con ello en la orden iniciática que conocemos hoy en día, la primera etapa se fue identificando con el Grado de Aprendiz Entrado, y la segunda con el de Compañero. No obstante, quedaba todavía pendiente uno de los grandes problemas de la Masonería especulativa: el Tercer Grado o muerte en vida. 
Ese Tercer Grado que comenzó a perfilarse en las Logias especulativas escocesas y por la Masonería Antigua en general era notablemente distinto al que empleamos hoy en día, y no estaba basado en la figura de Hiram Abiff, sino en la de Noé, continuando la tradición noaquita de la Masonería, de impronta cristiana. Fue hacia 1720 cuando los Modernos comenzaron a poner en escena, en Londres, el Tercer Grado basado en la figura de Hiram Abiff, que tanto aceptación tuvo en la Masonería de todos los países. Del mismo modo comenzó a desarrollarse el Arco Real para mostrar los acontecimientos que suceden tras el Tercer Grado. Los irlandeses lo tenían ya diseñado hacia 1725, y en breve les seguirían escoceses e ingleses yorkinos, aunque es preciso dejar claro que el Arco Real sufrió con el paso del tiempo modificaciones tanto en lo referente a su estructura simbólica y los textos bíblicos que lo sustentaban, como a la organización de otros grados, en principio autónomos, pero que progresivamente se introdujeron como parte de la progresión hacia el Arco Real (Marca, Pasado Maestro Virtual, Muy Excelente Maestro, etc.).
Babilonia
Junto a los ríos de Babilonia,
allí nos sentábamos y llorábamos
acordándonos de Sión.

Salmo 137
En el simbolismo hebreo, la expresión «junto a los ríos de Babilonia» del Salmo 137 (¿alguien recuerda la canción de Boney M. «By the rivers of Babylon»?) siempre ha representado el estado de exilio en que se encuentra el alma en este mundo. Como decíamos, es en el momento en que el alma deplora su estado caído en este mundo cuando comienza la experiencia de la Iniciación, y este es el punto en que comienza la peripecia del Arco Real.
A diferencia de los Grados Simbólicos de la Masonería, que están protagonizados por un único Candidato, en el Arco Real los protagonistas son tres, aunque por lo general esta terna la componga el Candidato y dos Oficiales (dos de los Sobrestantes). Estos tres personajes no son tres, sino una multiplicidad: la multiplicidad de cuerpos que revisten el Alma y acuden para ser sublimados. Al ser recibidos estos obreros narran su historia: lloraban junto a los ríos de Babilonia (deploraban su estado caído) y soñaban con Sión (anhelaban con regresar al Paraíso). El Rey Ciro (Kiros, el Señor) les concede permiso para que regresen a su tierra original a construir el Segundo Templo a la gloria del Señor, y han acudido sin demorarse al Sanedrín (el Capítulo de Arco Real se reúne bajo la forma de un Sanedrín) para solicitar ser empleados en la construcción de dicho templo. El Maestro (los Principales), a la vista del deplorable estado que ofrece el Alma caída, duda del recién llegado, pero el Alma es consciente de su origen celestial, de modo que el Candidato y los Sobrestantes esgrimen su linaje regio y su pertenencia a la Tribu de Judá para reclamar el derecho a participar en la construcción del Templo.
Las distintas doctrinas iniciáticas han intentado plasmar de forma simbólica los acontecimientos que tenían lugar a partir de este momento. En el contexto occidental, lo habitual es que se hiciese en torno al cristianismo (Orden de San Andrés de Escocia, Orden Rosacruz, Orden Martinista, tradición griálica, etc.). Sin embargo, constituye un rasgo peculiar de la Masonería el hecho de haber configurado su estructura simbólica en torno a una tradición enteramente precristiana. Sin duda la forma externa es hebrea, con algunas incorporaciones cristianas. Pero su estructura fundamental, como veremos, corresponde a una tradición iniciática distinta.

En el Occidente se sitúan los Sobrestantes y el Candidato, mientras en el Oriente se sitúan sus contrapartidas regeneradas, encarnadas por los tres Principales, que pese a ser igualmente una multiplicidad, deben ser considerados como un único Maestro. El ritual gira en torno al proceso que transcurre entre un estado y otro.
El Grado del Arco Real es de una complejidad simbólica inusitada, y de una dificultad de comprensión notablemente superior a los Grados Simbólicos por los elevados conceptos que maneja y por lo variado de su simbolismo, inabarcable en una sencilla entrada de un blog. Las diferencias entre los distintos ritos estriban en los textos bíblicos escogidos, así como en los Oficiales que representan el ritual, y en otros elementos simbólicos. Vamos a ver someramente tres posibles planteamientos del Arco Real:
  1. El modelo de la Masonería Antigua (escocés y yorkino)
  2. El modelo de la Masonería Moderna (que es el que se emplea actualmente en Inglaterra y España)
  3. El modelo irlandés.

EL MODELO ESCOCÉS Y YORKINO





Toda la Masonería Antigua, ya sea escocesa, yorkina o irlandesa, incorpora un elemento característico que es la Ceremonia de los Velos. La razón de ser de la Ceremonia de los Velos es ofrecer una representación simbólica de la serie de Iniciaciones que es preciso acometer una vez que ha acontecido el Tercer Grado, o primera de las Iniciaciones. Para ello, los tres Candidatos (o el Candidato y los dos Sobrestantes que le acompañan), deben pasar simbólicamente por una serie de velos, cada uno de los cuales representa una Iniciación, tras lo cual alcanzan el Oriente, y con ello la visión beatífica. A estos hay que añadir las correspondientes lecturas y la escenificación del descenso de los Candidatos a la bóveda donde se encuentran los Secretos Perdidos del Maestro Masón. El Templo representa el Tabernáculo, que era un templo iniciático móvil cuyo Kadosh Kadoshim o Sancta Sanctorum tenía una función iniciática semejante a la del hades de los templos griegos.

La diferencia entre el modelo propiamente yorkino y el escocés es que este último convierte la Ceremonia de los Velos en un Grado previo al Arco Real, el Grado de Maestro Super-Excelente, mientras que en la Masonería yorkina la Ceremonia de los Velos forma parte de la Exaltación al Grado.


EL MODELO INGLÉS



El modelo que se emplea actualmente en Inglaterra (y en España) es el que crearon los Modernos cuando, tras medio siglo de rechazo hacia este Grado, en 1766, aceptaron finalmente crear sus propios Capítulos de Arco Real. Este modelo es notablemente distinto del sistema antiguo. Una diferencia fundamental con el sistema antiguo radica en la ausencia de la Ceremonia de los Velos. De este modo, el Arco Real pasa a trabajarse como la culminación del Grado de Maestro, y sus enseñanzas tienen como eje central el descenso a la bóveda donde se encuentran los Secretos Perdidos del Maestro Masón. El planteamiento simbólico es también muy distinto, pues desaparecen otros elementos importantes como el Arca de la Alianza. Sin embargo, incorpora con un papel importante a dos profetas de Israel, Esdras y Nehemías, configurando junto con Principales y Sobrestantes un escenario de complejo contenido simbólico.

Mientras que escoceses e irlandeses se reconocen mutuamente el Grado del Arco Real, no sucede así con el Arco Real inglés, que no es reconocido ni en estos dos países ni en Norteamérica, donde se practica el Rito de York. Por ello, un Compañero del Arco Real inglés o español puede contar con que se le reconocerá su Grado de Maestro Masón en Escocia o Irlanda, y lo mismo sucede con el Grado de la Marca; pero no se le permitirá acceder a sus Capítulos de Arco Real salvo que ellos mismos le exalten (en el caso de Irlanda), o le confieran el Grado de Super-Excelente Maestro (Ceremonia de los Velos) y posteriormente le exalten (en Escocia).


EL MODELO IRLANDÉS


Si hay una Masonería que haya estado volcada sobremanera con el Arco Real, esa es la irlandesa. No sólo fueron los primeros en darle forma, de manera que en Irlanda ya se trabajaba el Arco Real cuando en Escocia apenas se había implantado el Tercer Grado hiramita, sino que la historia de su Masonería gira en torno a este Grado Supremo. La Masonería irlandesa constaba originalmente de tres Grados: Aprendiz y Compañero, Maestro Masón, y Arco Real, y si bien durante el Siglo XVIII y comienzos del XIX en la isla de Gran Bretaña la gran diatriba fue la protagonizada por Antiguos y Modernos (plasmada en buena parte en la aceptación o rechazo del Arco Real como cúspide de la Masonería), en la isla de Irlanda el Arco Real no solo no fue nunca cuestionado, sino que todas las turbulencias de la Masonería irlandesa giraron en torno a las leyendas que deberían componer este Grado, discutiendo si una parte de ellas se incorporaban a los Grados Caballerescos, o qué textos bíblicos deberían darle apoyo literario. El desplazamiento de algunas de las leyendas que tanto escoceses, como yorkinos, como ingleses modernos desarrollan todavía en el Capítulo de Arco Real, hacia el Campamento de la Orden Templaria, provocó unos conflictos internos y administrativos realmente curiosos y muy distintos a los acontecidos en Inglaterra. En cualquier caso, es un detalle muy significativo de lo que supone el Arco Real para los masones irlandeses el hecho de que, por encima de cuestiones políticas, y a pesar de que tanto la República de Irlanda como Irlanda del Norte tengan sus propias Grandes Logias, únicamente existe un Gran Capítulo del Arco Real conjunto para ambas irlandas, cuyo Primer Gran Principal es denominado Gran Rey de Irlanda.

Después de muchas variaciones a lo largo de los Siglos XVIII y XIX, el Arco Real irlandés ha quedado configurado en torno a la restauración del Primer Templo por parte del Rey Josué, mientras que la leyenda de la construcción del Segundo Templo ha pasado al Grado caballeresco de la Cruz Roja, aunque con la particularidad de que en Irlanda no se exige ser cristiano para ser armado. Y, fieles a la tradición antigua, siguen llevando a cabo la Ceremonia de los Velos.
Extraido de: http://masoneriaantigua.blogspot.com.es/

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