lunes, 13 de mayo de 2013

Joséphin Péladan y los Salones de la Rosa-Cruz, 1ª parte

A finales del siglo XIX, Occidente se maravilla de los nuevos poderes que le aportan la ciencia y la industria. La ciencia triunfa y el hombre presume de que la modernidad va a traerle la felicidad. Sin embargo, algunas mentes esclarecidas, filósofos, místicos y artistas se inquietan por las perspectivas que ofrece este progreso. Esta tendencia se afirma especialmente en los Simbolistas, un movimiento artístico que agrupa a artistas de todas las disciplinas. Muchos de ellos expondrán en los Salones de la Rosa-Cruz.
 
Joséphin Péladan (1858-1918) se pondrá de su lado. Él mismo, plantea el problema en estos términos: “¿acelera la velocidad material la vida interior, y el hombre con alas, no tendrá el mismo corazón y las mismas penas?”(1). El Siglo XIX es también el del despertar de los Ocultistas, que quieren restaurar la sabiduría del pasado. Joséphin Péladan se sitúa en el centro de los movimientos simbolistas y ocultistas. Como artista, se coloca en la esfera de influencia de los simbolistas, y como ocultista, se presenta como un iniciado de la Rosa-Cruz.
 
Es a su hermano Adrien (1844-1885), uno de los primeros homeópatas franceses, a quien Joséphin Péladan debe su entrada en una rama de Toulouse de la Rosa-Cruz. A esta Orden pertenecía también el Vizconde Louis-Charles-Edouard de Lapasse (1792-1867), un alquimista de Toulouse presentado como un alumno del Príncipe Balbiani de Palermo, presunto discípulo de Cagliostro(2).

1. El Gesto estético de la Rosa-Cruz

Cartel de uno de los Salones Rosacruces
En París, Joséphin hace amistad con Stanislas de Guaïta. El encuentro de los dos hombres hace nacer un proyecto: renovar la Orden de la Rosa-Cruz, que entonces estaba a punto de desaparecer. Entonces fundan la Orden Kabbalistica de la Rosa-Cruz (1888). Gracias a la ayuda de Papus, la Orden conoce un rápido desarrollo. Sin embargo Joséphin Péladan reprocha a sus colaboradores una tendencia demasiado pronunciada hacia el ocultismo y rechaza el aspecto masónico que quieren dar a la Orden. Entonces decide trabajar de manera diferente y crea en mayo de 1891 la Orden de la Rosa-Cruz, del Templo y el Grial, (llamada también Orden de la Rosa-Cruz Católica), cuyo proyecto ya había trazado en su primera novela en 1884. En junio, bajo el nombre de Sâr Mérodack, Péladan se presenta como el Gran Maestro de este movimiento cuyo nacimiento es anunciado por Le Figaro(3).
La Orden instaurada por Joséphin Péladan es menos una sociedad iniciática que una hermandad que reúne a artistas. Su objetivo es restaurar en todo su esplendor el culto por el ideal con la Tradición como base y la Belleza como medio.
 
La actividad esencial de la Orden de la Rosa-Cruz del Templo y el Grial se consagra pues a la organización de exposiciones y veladas dedicadas a las bellas artes. El primer Salón de la Rosa-Cruz, organizado del 10 de marzo al 10 de abril de 1892, es su primer “gesto estético”.
 
 

2. El Simbolismo y el arte ideal

Cartel de uno de los Salones RosacrucesLa época en la que los salones rosacruces abren sus puertas está en plena efervescencia artística. Estamos en el centro de lo que en la historia del arte se llama el Simbolismo. Los pintores de este movimiento quieren convertirse en místicos del arte. Se oponen al realismo académico, y bajo su impulso, se celebran muchos salones privados al margen de las manifestaciones oficiales. Los Salones de la Rosa-Cruz estuvieron entre los más prestigiosos de ellos.
 
Para Péladan, “no hay otra verdad que Dios, no hay otra belleza que Dios”(4). El arte es la búsqueda de Dios por medio de la belleza. Para él, el arte tiene una misión divina, por eso la obra perfecta no debe solamente satisfacer al intelecto, debe ser un trampolín que eleve el alma. Considerando que el hombre es atraído naturalmente por la belleza, Péladan lo califica “de animal artístico”. Esta búsqueda de la belleza está motivada por la nostalgia de una armonía perdida, que instintivamente el hombre busca en todas las cosas.
 
En su libro "El Arte idealista y místico", Joséphin Péladan precisa que el verdadero artista es el que posee la facultad de sentir, por medio de la contemplación, el influjo celestial del verbo creador con el fin de hacer de él una obra de arte.


Sonneries de la Rose-Croix3. Erik Satie

El primer salón abre sus puertas el 10 de marzo de 1892, en la galería Durant-Ruel, en la calle Lepelletier de París. Sesenta artistas respondieron al llamamiento hecho por J. Péladan y el catálogo de la exposición incluye 250 obras. Rémy de Gourmont en su crónica del Mercure de Francia dijo de este salón que es “la gran manifestación artística del año”.
 
El público acude y la muchedumbre es tan importante, que la prefectura debe intervenir para regular la circulación. Después del cierre de sus puertas, se contabilizaron más de 22.000 visitantes. El éxito fue considerable y la presencia de artistas extranjeros le dio una repercusión mundial(5).

El salón se inaugura con gran ceremonia, con una música compuesta especialmente por Erik Satie(6), el compositor oficial de la Orden. Los días son prolongados por las Veladas de la Rosa-Cruz, dedicadas a la música y al teatro.
 
Extraido de: http://www.amorc.es/
 

Notas:

Este texto de Christian Rebisse ha sido extraído del especial de la revista Actualité de l’histoire mysterieuse (Actualidad de la historia misteriosa) publicado en 2010 y dedicado a la Rosa-Cruz.
1. Frontispicio de su novela Los Amantes de Pisa, París, 1911, Flammarion.
2. Firmin Bossin, en 1869, en Visionnaires et illuminé (Visionarios e iluminado, París Liepmannssohn y Dufour, p. 17, presenta al vizconde de Lapasse como “el último miembro de esta célebre hermandad” y precisa que “no descuidaba nunca la ocasión de rehabilitar a los Rosa-Cruces”. En otra obra, Exentriques disparus (Excéntricos desaparecidos), 1890, indica que el príncipe Balbiani inició a Lapasse en la Rosa-Cruz. ¡Hasta la fecha, no ha sido posible demostrar que este príncipe haya existido realmente! En su libro, Essai sur la conservation de la vie (Ensayo sobre la conservación de la vida), París 1860, Victor Masson, p. 59, el propio vizconde de Lapasse habla de la “Rosa-Cruz, sociedad secreta de la que quedan en nuestros días algunos adeptos” pero no se presenta él mismo como miembro de esta sociedad.
3. Le Figaro del 22 de septiembre de 1891 publicó el Manifiesto de la Rosa-Cruz de J. Péladan.
4. El arte idealista y místico, doctrina de la Orden y del salón anualde la Rosa+Cruz París 1894, Chamuel, p. 33.

5. Leonce de Larmandie, colaborador de J. Péladan en Entreacto Ideal. París 1903. Chacornac ha descrito las dificultades y los éxitos de los diversos salones.

6. Sobre este músico, ver “Esotérik Satie” (“Satie esotérico”), revista Rosa+Cruz –edición francesa--, número 168, pp. 31-37.