Los menos afirman que son narraciones que reflejan la historia del alma humana y sus procesos, que nos hablan del desarrollo del espíritu que sale del Gran Todo, participa de la creación y regresa a su morada original con algo nuevo.
Todas estas afirmaciones son ciertas, como en la historia sufí del elefante y los ciegos, cada cual ve sólo una parte. Los cuentos de hadas son todo eso y mucho más, son de una naturaleza que permiten emitir todos los registros antes descritos en diferentes sustratos, actuando en la mente y en el alma humana a diferentes niveles según las necesidades de cada cual.
Pero es en la vida infantil cuando vemos que existe hacia éstas una mayor simpatía, una mayor atracción. Si bien la mayoría de educadores sólo quieren ver que esto se debe a que son historias sencillas, con un comienzo y final consecuente, esto sería ver solo una parte de esta verdad. Desde una óptica espiritual, este fenómeno se debe a que el niño siente de manera inconsciente añoranza de su origen espiritual, ya que aún las emociones y la mente no le han anestesiado del todo de su origen prenatal, y los cuentos le hablan de esa vida que dejó atrás y de la que sólo le quedan ecos. Además éstos son para la psiquis y su alma en formación, lo que la comida a su cuerpo, un auténtico alimento, que lo nutrirá en un desarrollo armónico de su personalidad.
Sin embargo, debemos conocer y saber cómo deben ser contadas estas historias, de qué manera, a qué edades, incluso qué cuentos, dependiendo la época del año. Sobre esto hablaremos más adelante. Incluso volveremos a tocar el origen y la naturaleza de tan singulares historias en posteriores oportunidades.
Como indicamos, el origen de estas narraciones se pierde en la noche de los tiempos, se las conoce por doquier y cuando los medios de comunicación no existían servían de vehículo social para explicar la vida, los procesos o los estados del alma a los grupos.
Pero si queremos dar una respuesta más concreta sobre su nacimiento, tendríamos que hablar de aspectos relacionados con el origen esotérico, oculto del ser humano y de la humanidad misma.
Hubo un pasado muy remoto, más de lo que los historiadores podrán suponer, en el que los hombres estaban aún en contacto con lo divino, con los mundos espirituales. Era una época en la que no hacía falta la escritura, pues la memoria y la percepción de la vida interior, de los procesos psíquicos, se encontraban en su máxima expresión. Pero conforme la humanidad fue perdiendo esas capacidades se hizo necesario que se pudiera transmitir esas verdades interiores a las generaciones que iban llegando, ya que no tenían ese acceso a la vida psíquica y espiritual como sus ancestros, pues conforme perdían esta visión interior ganaban en percepción sensorial e intelectual, en la capacidad de experimentar la vida externa y razonar, así el hombre se olvidó de su origen y, por lo tanto, de su destino. Este proceso dio como origen a los mitos que encontramos en las distintas religiones, como es el caso del Génesis Bíblico, la salida del Edén, la pérdida del estatus de semidioses. Este mito se repite en distintas culturas, incluso hoy se ha podido descubrir como el mito de Adán y Eva tiene su origen en culturas anteriores a la hebrea, tomándola éstos de esas culturas anteriores a ellos y seguramente a su vez las tomaron de otras, pues la realidad es que nunca se han dejado de repetir y han pasado de cultura en cultura, de civilización en civilización.
Así es como nacieron los mitos, las leyendas y los cuentos de hadas. La diferencia es que estos últimos permanecieron en la tradición oral, no formaron parte de ningún cuerpo de doctrina, ni del complejo mitológico, tan sólo fueron patrimonio del pueblo llano, manteniendo esa sencillez, esa candidez alejada de la sofisticación, la erudición y de traducciones e interpretaciones interesadas.
Es por ello que vemos un gran parecido entre mitologías, sagas y textos religiosos, y con todos ellos entre sí, incluyendo a los cuentos de hadas. Pues si bien se revisten de elementos distintos, su esencia, su mensaje profundo, es el mismo. Todos contienen mitos que resuenan en nosotros y evocan principios de nuestro interior.
En el niño, entre los tres y siete años, estos arquetipos activan en su mente infantil estos mismos principios, más allá de las formas o circunstancias del cuento, sirviendo de base para su desarrollo psíquico, lo cual le ayudará a una vida adulta más armónica.
Zeraus Tador
Extraído del libro Cuentos de Hadas para niños. Ed. Creación: http://www.editorialcreacion.com/cuentos-de-hadas-para-ninos-p-89.html?osCsid=a3gf12hl4djpd33fklv6fkaev4
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