Hacia la unidad en todo
A
primera vista, tras observar los credos de estos dos caminos
interiores, nota muchos puntos de divergencia. El camino que manifiestan
es muy diferente. No solo difieren con respecto a los lugares de culto
(el templo y la estupa), sino también en sus prácticas y métodos de
vida. También, desde el punto de vista lingüístico, sus objetivos evocan
sentimientos encontrados porque el Camino de Salvación Cristiano
Gnóstico es un proceso de fusión de la Chispa Divina en el buscador con
el Fuego de Amor Divino, mientras que el camino del Budista lleva a la
extinción progresiva de la llama de vida personal –en el anonimato– que a
menudo se interpreta como alcanzar “la nada” (en sánscrito: Nirvana).
Sin embargo, tras un análisis más detenido, se puede reconocer, en medio
de estas diferencias, sus grandes similitudes.
Para
el cristianismo gnóstico, representado por la Rosacruz Áurea, los
templos son puntos de encuentro espirituales donde se producen
acontecimientos especiales. El silencio es una característica esencial,
como la Cruz y la Rosa, que son símbolos de la vida crística, como la
Luz, que todo lo llena y que representa el bien absoluto. Estos templos
son focos especiales de fuerza espiritual, lugares de curación y
renovación del Alma y, por lo tanto, de todo el ser humano.
Autoiniciación y amor
El
Camino de Iniciación dentro de una Escuela Espiritual se desarrolla
esencialmente por medio de la autoiniciación, a través de varias etapas
de auto conocimiento, que conducen continuamente a mayores niveles de
conciencia. El objetivo es disolver paulatinamente las estructuras
cristalizadas del ego y los patrones y doctrinas de las que nos vamos
haciendo conscientes. Este proceso tiene lugar cuando nos orientamos en
la Chispa Divina interior. Es un camino de iniciación que está soportado
por el campo de fuerza espiritual, pero que sigue siendo un trabajo
individual, basado en el autoconocimiento. A través de este proceso
paulatino, la sabiduría termina por abarcar tanto la vieja personalidad
como el campo de fuerza al servicio de la humanidad. El autoconocimiento
se transforma en conocimiento universal. El Amor que es paciente,
amable, duradero, que aguanta todo y que todo lo puede, surge entonces
de la verdadera compasión y del verdadero amor impersonal[1].
La
otra forma de amor, el amor personal que usualmente viene acompañado
del afán de supervivencia, los apegos y temores, poco a poco se
transforma y da lugar a un amor impersonal, la Gnosis, la unión de los
opuestos, la experiencia real del infinito, donde se encuentra la única
fuente de la verdad que todo lo une, y por consiguiente lo es todo.
Nueva conducta de vida y transformación.
La
transformación, la transfiguración, renueva al hombre. Su alma natural,
con todas sus pasiones, cambia progresivamente a través del
discernimiento. Esto da espacio al desarrollo de un alma nueva, el alma
espíritu, con una inteligencia propia cuyo medio de conocimiento es la
verdadera intuición.
El
camino del budista es también un camino continuo de autoconocimiento.
Al igual que en la Escuela Espiritual de la Rosacruz Áurea, este camino
puede ser recorrido por hombres y mujeres por igual. Buda mismo fundó
monasterios para monjas después de su iluminación.
La
meditación como método esencial para la salvación se encuentra en ambas
formas del budismo: el Theravada (“Hinayana”) – la forma más antigua
del budismo – y el Mahayana con sus escuelas, por ejemplo el Vajrayana.
En la tradición cristiana, la meditación se conoce como “práctica
espiritual”, como “mente despejada” y ha sido empleada especialmente por
los místicos. La meditación, como método espiritual, es multicultural y
su práctica es variada. Por ejemplo, aunque el objetivo de sumergirse
en el silencio o la “nada” es el mismo, la meditación budista de
Vipassana es diferente a la “clara orientación” de la que se habla en la
Rosacruz Áurea.
El Theravadin se basa exclusivamente en los discursos de Buda encontrados en el Canon Pāli (Tipitaka) y registrados en el 3ersiglo
antes de la era cristiana. Posteriormente, el Budismo Mahayana también
usa otras escrituras, como el Heart Sutra, el Lotus Sutra, el Diamond
Sutra y los Sutras de la Tierra Pura.
Buda
proclamó “Las Cuatro Verdades Nobles” sobre la realidad del
sufrimiento, sus causas, cómo evitarlo en el futuro y el logro de la
felicidad mediante la práctica del “Noble Camino Óctuple”. Con respecto a
la forma básica de vida, la doctrina budista se parece mucho a la forma
de salvación gnóstico-cristiana. El cofundador de la Escuela
Espiritual, Jan van Rijckenborgh, enfatiza que no es suficiente con solo
mantener una forma de pensar, una “cierta moralidad” o una cierta
creencia, sino que el camino abarca los tres aspectos y también sus
consecuencias[2]. En un sentido práctico, esto significa evitar
alimentos de origen animal, tabaco, alcohol y otros narcóticos, sin
mencionar ciertas pautas morales y espirituales que se hacen evidentes
en el curso del progreso en el camino.
Buda
recomendó explícitamente la observancia de las cinco “silas”, es decir,
no matar, no robar, no romper el matrimonio, no mentir y no beber
bebidas tóxicas. Además, los monjes y las monjas se comprometían a
mantener la castidad y la pobreza[3].
Visión
De
acuerdo con las enseñanzas de Buda y la Filosofía Universal de la
Rosacruz Áurea, el punto de partida del camino es el reconocimiento del
error fundamental en el que el hombre común se encuentra en su vida
cotidiana. Sin ningún esfuerzo por despertar, todo lo que queda es
ilusión, desilusión, sufrimiento, enfermedad y, finalmente, la muerte.
El reconocer las vueltas infinitas de la rueda del nacimiento y de la
muerte, o Saṃsara, así como el apego inútil al mundo de la dialéctica,
son conceptos compartidos por ambas enseñanzas. Y todo ello trata de la
salvación. El gran filósofo de Mahāyāna, Nāgārjuna (siglo II DC)[4],
declaró que este mundo estaba completamente vacío; que solo la verdad
eterna era real. Solo el conocimiento profundo (Gnosis) es real, el
Nibbana (Nirvana). Lo real es donde ya no hay ilusión, solo claridad
perfecta, luz perfecta, como diría el gnóstico, una luz que no es la luz
que conocemos. Nibbana (Nirvana) no es un lugar, no es el paraíso, no
es el más allá, no es el cielo, no es “la nada”, es lo “último”. Es sin
causa (animitta), sin diferenciación (ekalakṣane).
El
pensamiento cotidiano no puede responder a la pregunta de si el mundo
divino-espiritual del Cristianismo Gnóstico y el nibbana son lo mismo.
La especulación siempre es posible. El punto de partida, sin embargo, es
el mismo en ambas enseñanzas, a saber, el anhelo por la liberación del
sufrimiento terrenal, combinado con la idea de que ello es posible.
Nagarjuna
enfatiza que la percepción real no se puede expresar verbalmente. El
escepticismo hacia el lenguaje con respecto a la capacidad de afirmar
cualquier cosa sobre el Último, o, en términos gnósticos, la “Rosa”, la
luz de Cristo, es también compartido por los dos caminos espirituales.
La verdad más elevada y absoluta no puede ser pronunciada; Uno solo se
puede aproximar a ella con ayuda de “la verdad relativa del mundo”. La
doctrina de las dos verdades ya contenidas en el Canon Pali también se
encuentra en las enseñanzas de la Rosacruz Áurea. Claramente, se hace
una distinción entre el conocimiento de la mente y el conocimiento que
“nace del corazón”, el conocimiento del “nuevo hombre que ha de
venir”[5].
Solo la verdadera intuición reconoce la verdad, como lo expresa el budismo zen: “El dedo que apunta a la Luna no es la Luna”.
En el corazón-sutra del budismo Mahayana se da un mantra de lo más perspicaz:
tadyathā
gate gate pāragate pārasamgate bodhi svāhā! (me voy, voy, me voy a la
otra orilla del río… y habiendo llegado al otro lado, – ¡Me despierto! –
aaaah!)[6]
Cuando
un monje o monja budista se encuentra en la “postura de observador”
constante durante la meditación, se produce el desprendimiento, el
“momento de dar fruto” (Maggaphala). Crea una “ruptura con el mundo”.
Exactamente lo mismo ocurre en el camino de iniciación
gnóstico-cristiano. El gnóstico permanece en el mundo, pero no es del
mundo. Debido al creciente cambio en la conciencia, su relación con el
mundo y los demás seres humanos cambia.
[1]1 Cor. 13: 4, 7
[2] Jan van Rijckenborgh: Enseñanza elemental de la Rosacruz moderna, capítulo 18, Fundación Rosacruz
[3]Helmuth
von Glasenapp: Einleitung, in: Reden des Buddha (Las conversaciones de
Buda), Aus dem Palikanon übersetzt von Ilse-Lore Gunsser, Stuttgart
1976, S. 4
[4]https://de.wikipedia.org/wiki/Nagarjuna
[5]Jan van Rijckenborgh: El hombre nuevo, Fundación Rosacruz, 1ª parte, capítulo 1-3
[6]https://de.wikisource.org/wiki/Herz-Sutra.
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