En la vida
corriente, la mayoría de la gente vive para comer, beben, satisfacen su pasión
sexual de la manera más desenfrenada y pierden la cabeza a la más ligera
provocación. Aunque exteriormente esa gente pueda ser muy
"respetable", están produciendo casi todo el día la mayor confusión
en su organismo. El período todo del sueño lo necesitan los cuerpos vital y de
deseos para reparar los estragos producidos en el día, no quedando tiempo
alguno para trabajar internamente en nada. Pero conforme el individuo comienza
a sentir las necesidades de la vida superior, a dominar la fuerza sexual y el
carácter y a cultivar una disposición serena, se producen menos perturbaciones
en los vehículos durante las horas de vigilia; por consiguiente, entonces se
requiere menos tiempo para reparar los desgastes durante el sueño. Y entonces
es posible abandonar el cuerpo denso durante largos períodos, en las horas
dedicadas al sueño, pudiendo funcionar en los mundos internos con sus vehículos
superiores. Como el cuerpo de deseos y la mente no están organizados todavía,
no pueden emplearse como vehículos separados a conciencia. Y como el cuerpo
vital no puede abandonar tampoco el cuerpo denso porque eso produciría la
muerte de ese último, es evidente que habrá algún medio para proporcionar un
vehículo organizado que sea fluídico y construido en forma tal que satisfaga
las necesidades del Ego en los mundos internos, así como el cuerpo denso las
satisface en el Mundo Físico.
El cuerpo vital
es un vehículo organizado así, y si se encontrara algún medio para poder
separarlo del cuerpo denso sin producir la muerte de éste, el problema quedaría
resuelto. Además, el cuerpo vital es el asiento de la memoria, sin el cual
sería imposible traer nuevamente a nuestra conciencia física los recuerdos de
las experiencias suprafísicas y obtener así de ellas el pleno beneficio.
Recordemos que
los Hierofantes de los antiguos Templos de los Misterios aislaban a ciertos
grupos en castas y tribus, tales como los brahmanes y los levitas, con objeto
de proveer los cuerpos necesarios para los Egos que estaban prontos para la
Iniciación. Esto se efectuaba de tal manera que el cuerpo vital se separaba en
dos partes, como lo era el cuerpo de deseos de toda la humanidad al comenzar el
Período Terrestre. Cuando el Hierofante sacaba a sus discípulos de sus cuerpos,
dejaba una parte del cuerpo vital, que comprendía al primer y segundo éteres,
para que realizara las funciones puramente animales (las únicas que son activas
durante el sueño), y el discípulo llevaba consigo un vehículo capaz de
percepción, debido a su conexión con los centros sensoriales del cuerpo denso y
también capaz de memoria. Poseía estas capacidades porque estaba compuesto del
tercer y cuarto éteres, que son los elementos de la percepción sensorial y de
la memoria.
En una palabra,
ésa es la parte del cuerpo vital que el aspirante retiene vida tras vida y que
inmortaliza como Alma intelectual.
Desde que Cristo
vino y "lavó los pecados del Mundo" (no del individuo), purificando
el cuerpo de deseos de nuestro planeta, la relación, o conexión mejor dicho,
entre todos los cuerpos humanos densos y vitales se ha perdido en tal
proporción que, por el ejercitamiento, son capaces de separarse en la forma más
arriba descrita. Por lo tanto, la Iniciación está abierta para todos.
La parte más
sutil del cuerpo de deseos, que constituye el Alma Emocional, es capaz de
separación en la mayoría de los hombres (y en realidad poseían esa capacidad
aun antes de que Cristo viniera), y en esa forma, por medio de la concentración
y del empleo de la fórmula apropiada, las partes sutiles de los vehículos se
separan para ser empleadas durante el sueño o en cualquier otra oportunidad,
dejando las partes inferiores de los cuerpos vital y de deseos para que
efectúen el proceso restaurativo en el vehículo denso, la parte animal
meramente.
Esa parte del
cuerpo vital que sale, está altamente organizada, como hemos visto. Es la
exacta contraparte del cuerpo denso. El cuerpo de deseos y la mente, no estando
organizados, son útiles únicamente porque están conectados con el cuerpo denso
altamente organizado. Separados de él, son muy pobres instrumentos y, por lo
tanto, antes de que el hombre pueda separarse del cuerpo denso es necesario
despertar los centros sensoriales del cuerpo de deseos.
En la vida
corriente el Ego está dentro de sus cuerpos y sus fuerzas se dirigen
directamente al exterior. Toda la voluntad y la energía humana se emplean en el
mundo externo. No puede librarse de las impresiones de su alrededor ambiente y
obrar libremente en sí mismo durante las horas de la vigilia. Durante el sueño,
cuando se presenta esa oportunidad, debido a que el cuerpo denso ha perdido la
conciencia del mundo, el Ego está fuera de sus cuerpos. Si el hombre puede
obrar en sus vehículos de algún modo, debe ser cuando el mundo externo esté
ajeno a él, como en el sueño, y que el espíritu permanezca, sin embargo dentro
y con pleno dominio de sus facultades como en las horas de vigilia. Hasta que
no se obtenga ese estado es imposible que el Espíritu obre internamente y
sensibilice propiamente sus vehículos.
La concentración
es ese estado. Cuando se sumerge uno en ella, los sentidos se cierran y la
persona se encuentra respecto al mundo externo en la misma condición que en el
sueño profundo, si bien el espíritu permanece dentro plenamente consciente. La
mayoría de los hombres han experimentado ese estado en algún grado, como cuando
se queda uno absorbido en la lectura de algún libro. En tales ocasiones se vive
en las escenas pintadas por el autor y pierde uno toda noción de lo que le
rodea. Cuando se les habla, muéstranse insensibles a todo sonido, así como de
todo cuanto tienen en torno, si bien son plenamente conscientes de lo que están
leyendo, del mundo invisible creado por el autor, viviendo en él y sintiendo
todos los latidos del corazón de los personajes de la novela. No son
independientes, sino que están limitados por la vida que el escritor ha creado
para ellos en el libro.
El aspirante a la
vida superior cultiva la facultad de absorberse a voluntad en cualquier asunto
que elija, o más bien no en un asunto general, sino en un simple objeto que él
mismo imagina. De esta manera, cuando la condición o estado apropiado de
absorción se obtiene, cuando los sentidos están completamente cerrados, se
concentra el pensamiento sobre los diferentes centros sensoriales del cuerpo de
deseos, y entonces éstos comienzan a girar.
Al principio su
movimiento es lento y trabajoso, pero gradualmente los centros sensoriales del
cuerpo de deseos se harán lugar a sí mismos dentro de los cuerpos denso y
vital, los que aprenderán entonces a acomodarse por sí mismos a esa nueva
actividad. Entonces, un buen día, cuando la vida apropiada haya desarrollado la
requerida inadherencia entre las partes superior e inferior del cuerpo vital,
se produce un supremo esfuerzo de la voluntad; un movimiento en espiral tiene
lugar en muchas direcciones y el aspirante se encuentra fuera de su cuerpo
denso. Lo mira como si mirara a otra persona. La puerta de su casa-prisión se
ha abierto. Ahora puede ir y venir libremente lo mismo en los mundos internos
que en el Mundo Físico, funcionando a voluntad en los unos y en los otros, para
ayudar a todos los que lo necesiten en cualquiera de esos mundos.
Antes de que el
aspirante aprenda a dejar voluntariamente el cuerpo, debe haber trabajado el
cuerpo de deseos durante el sueño, porque en algunas personas el cuerpo de
deseos queda organizado aun antes de que pueda producirse la separación citada
en el cuerpo vital. Bajo esas circunstancias es imposible traer experiencias
subjetivas a la conciencia de vigilia, pero generalmente en tales casos se
notará, como primer signo en ese desarrollo, que todos los sueños confusos
cesan. Entonces, después de cierto intervalo, los sueños ser irán haciendo más
vívidos y perfectamente lógicos. El aspirante soñará, entonces, el estar en
lugares con gente (conocida o no de él, esto importa poco) en los que se habrá
conducido en forma razonable como si estuviera despierto. Si el lugar con el
que ha soñado le es accesible en las horas de vigilia, podrá comprobar
fácilmente la realidad de su sueño si toma nota de algún detalle físico de la
escena, pudiendo verificarlo al día siguiente.
Después verá que
puede, durante el sueño, visitar cualquier lugar que desee sobre la superficie
de la Tierra y estudiarlo mucho mejor que si hubiera ido a él con su cuerpo
denso, porque en su cuerpo de deseos puede ir a cualquier parte, no sirviendo
para nada ni los cerrojos ni las rejas. Si persiste en sus esfuerzos, llegará
un tiempo en el que ya no necesitará esperar al sueño para disolver la conexión
entre sus vehículos, sino que podrá separarse de ellos conscientemente.
No se pueden dar
promiscuamente indicaciones específicas para libertar a los vehículos
superiores. Esta separación se efectúa no por medio de un juego de palabras,
sino más bien por un acto de voluntad, si bien la manera en que debe dirigirse
la voluntad es individual y sólo puede ser indicada por un instructor
competente. Como cualquiera otra información esotérica, jamás se vende ésta, y
no es más que el resultado de haberse calificado el discípulo a sí mismo para
recibirla. Todo lo que podemos hacer aquí es dar algunas indicaciones sobre los
primeros pasos que conducen a la adquisición de la clarividencia voluntaria.
El tiempo más
favorable para ejercitarla es al despertar por la mañana, antes de que las
molestias y cuidados de la vida diaria háyanse apoderado de la mente. En ese
momento acaba uno de dejar los mundos internos y, por lo tanto, puede volver a
ponerse en contacto con ellos con más facilidad que en cualquier otra hora del
día. No esperéis a vestiros o sentaros en la cama, sino relájese el cuerpo
perfectamente, y que el ejercicio sea el primer pensamiento del día. La
relajación o laxación no significa simplemente una posición confortable; es
posible mantener todos los músculos tensos con expectación, y ese solo hecho
frustra el objeto, porque en ese estado el cuerpo de deseos está presionando a
los músculos. No puede ser de otra manera hasta que calmemos la mente.
Extraido del libro: Concepto Rosacruz del Cosmos, de Max Heindel.
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