A la vista de la considerable atención y publicidad corrientemente prestadas al psiquismo, consideramos aconsejable repasar con nuestros estudiantes las Enseñanzas Rosacruces concernientes a este fenómeno y subrayar la superioridad del crecimiento espiritual positivo frente al desarrollo psíquico negativo.
En cuanto al crecimiento o desarrollo de las llamadas facultades extrasensoriales, la humanidad está dividida en dos grandes categorías: en una se encuentran las personas “corrientes”, enfrascadas en empeños materiales y, en general, sin contacto con los mundos espirituales. La conexión entre sus cuerpos denso y vital es fuerte. La otra la componen los llamados “sensitivos”, en los que esa conexión de vehículos es más laxa. Este último grupo, a su vez, se subdivide en dos categorías: la de los clarividentes voluntarios y la de los clarividentes involuntarios, negativos y sujetos a la voluntad de los demás.
Una conexión laxa entre los cuerpos vital y denso facilita la sensibilidad a las vibraciones espirituales. El cuerpo pituitario y la glándula pineal, dos órganos en la actualidad durmientes en la mayor parte de los humanos, estaban, hace eones, conectados al Gran Simpático o sistema nervioso involuntario, proporcionándoles la clarividencia involuntaria. Pero son también los instrumentos mediante los que, a medida que el hombre progrese espiritualmente, desarrollará la clarividencia voluntaria, entonces bajo el control del sistema nervioso cerebroespinal. El hombre que desarrolla conscientemente sus facultades espirituales controla voluntariamente la vibración de esos órganos y puede “ver” los otros mundos cuando lo desee.
El clarividente voluntario desarrolla su sensibilidad y aprende a controlar sus facultades extrasensoriales como consecuencia de la utilización de su voluntad para vivir una vida de pureza, espiritualidad y servicio inegoísta a los demás. Con el tiempo, tras haberse hecho digno, recibe la enseñanza necesaria para completar la conexión entre la glándula pineal y el cuerpo pituitario, lo que le permitirá ser un clarividente capaz y dueño de su facultad en cualquier momento.
Cuando la conexión entre los cuerpos vital y denso ha llegado a ser tan laxa que parte del cuerpo vital puede separarse del resto, el clarividente voluntario puede convertirse en protector invisible consciente. Ha desarrollado hasta tal punto su cuerpo alma mediante una vida pura e inegoísta - cuerpo alma que está formado por los dos éteres superiores del cuerpo vital, órganos, a su vez y respectivamente, de la percepción sensorial y de la memoria - que puede extraerlos a voluntad del cuerpo físico y usarlos como vehículo en el cual operar. Puede entonces funcionar conscientemente, tanto en el mundo espiritual como en el material y, además, recordar, al despertar por la mañana, todo lo que ha hecho en aquél mientras su cuerpo físico dormía.
El caso del clarividente negativo es totalmente distinto. También es sensible a las vibraciones espirituales, como consecuencia de la laxa conexión entre los cuerpos físico y el vital. Pero se trata de temperamentos negativos, no muy evolucionados ni deseosos de serlo y, dado que para ellos resulta más fácil y cómodo no esforzarse por someter su facultad a la voluntad, retroceden al estadio en que los órganos pineal y pituitario proporcionaban una clarividencia negativa mediante su conexión con el sistema nerviosos involuntario. De ello deriva el que su visión no esté sometida a la voluntad y sea, por tanto, de naturaleza esporádica. El clarividente involuntario no tiene ningún control sobre lo que ve o experimenta en los otros mundos. Está sólo consciente de lo que acierta a aparecer ante él y no puede, por tanto, usar ese poder con fines de investigación.
Los clarividentes involuntarios, a menudo, caen bajo el control de espíritus ligados a la tierra, que adoptan la pose de “guías espirituales” y que son, en muchos casos, entidades sin escrúpulos que tratan de obligar a sus víctimas a realizar sus propios propósitos. El clarividente negativo se convierte entonces en un médium de trance o de materialización y, cuando esto sucede, puede afirmarse, sin lugar a dudas, que su vida ya no le pertenece.
En el caso de un médium materializador, el espíritu dominante, ligado a la tierra, pone en trance a su víctima y, aprovechando la laxa conexión entre sus vehículos, extrae, a través del bazo, el éter vital del cuerpo etérico de aquélla y lo emplea para llevar a cabo su propia materialización.
Como el cuerpo vital es el vehículo mediante el que especializamos las corrientes solares que nos dan la vida, privado de ese principio vitalizante, el cuerpo del médium, a veces, se encoge hasta una fracción de su tamaño habitual, su carne se vuelve blancuzca y la llama de la vida arde muy débilmente. Y, cuando sus éteres se le devuelven, se halla exhausto. Ni que decir tiene que el sistema produce consecuencias negativas para su salud física, riesgo que no corre, en ningún momento, el clarividente positivo o voluntario.
Una vez se ha entrado en la mediumnidad, ya no se puede escoger. Cuando un espíritu-control ha obtenido el ingreso en un cuerpo ajeno, la víctima pierde la capacidad de cerrarle la puerta. Si está de acuerdo en ejecutar los mandatos de aquél - hasta el extremo de cometer, a veces, asesinatos o suicidio - escapa a su hostigamiento. Pero, si trata de rebelarse o de deshacerse del indeseable dominador de su cuerpo, es muy probable que experimente toda clase de tormentos a manos de las entidades de ese tipo más faltas de escrúpulos.
Algunos espíritus-control, generalmente los menos experimentados y, por lo tanto, los más peligrosos, llegan hasta a expulsar a su víctima de sus vehículos superiores - cuerpo de deseos y mental - y a introducirse en ellos para asumir su control temporal o permanente. Esta situación se conoce como obsesión.
Algunos espíritus-control, generalmente los menos experimentados y, por lo tanto, los más peligrosos, llegan hasta a expulsar a su víctima de sus vehículos superiores - cuerpo de deseos y mental - y a introducirse en ellos para asumir su control temporal o permanente. Esta situación se conoce como obsesión.
Más peligrosa es aún la situación que amenaza al médium después de la muerte, porque el espíritu-control, al que ha estado sometido durante la vida, no abandona su dominio sino que, por el contrario, aumenta su despotismo cuando la víctima penetra en los mundos espirituales, situación ésta que se puede prolongar por muchos años, hasta que el médium logra zafarse de su agresor. Así que el médium, además de experimentar la tortura resultante de verse privado de sus vehículos, queda rezagado en su carrera evolutiva.
Debería ser evidente para el estudiante de la mediumnidad o de cualquier otra actividad negativa, en la que un Ego somete su propia voluntad a la de otro, que ello, cuanto menos, supone un grave obstáculo para su progreso evolutivo - que depende de la iniciativa individual - y, en los casos más graves, un peligro extremado, tanto para la vida sobre la tierra como después de la muerte. Sin embargo, la mayoría de los psíquicos, que están recibiendo las alabanzas, la admiración y los aplausos del público, son de carácter negativo. Mientras que los pocos, espiritualmente avanzados, que han desarrollado la percepción extrasensorial positiva, usan sus facultades para el servicio inegoísta, silencioso y anónimo, sin llamar la atención sobre sí mismos ni sobre sus talentos.
El objeto de la filosofía y del método de desarrollo rosacruz estriba en liberar al estudiante de la dependencia de los demás y en ayudarle a adquirir el mayor grado posible de dominio y de confianza en sí mismo. El psiquismo negativo, de cualquier clase, representa una situación de dependencia que se aleja diametralmente de ese objeto.
Y, tanto el dominio de sí mismo como la confianza en las propias fuerzas y el crecimiento espiritual positivo de ello derivado, sólo se alcanzan viviendo vidas nobles e inegoístas, dedicándose a servir a Dios y a los hombres y dando lugar a pensamientos y actos puros y elevados. Sólo de ese modo podemos fortalecer los éteres superiores, desarrollar nuestro cuerpo alma y responder positivamente a las vibraciones espirituales, a las que nos haremos cada vez más sensibles, al tiempo que aprendemos a evitar toda influencia y dominación externa.
La clarividencia negativa es, por así decirlo, inevitable e involuntaria. El vidente no ha hecho nada para generar esa capacidad de percibir estímulos de los otros mundos. No lo ha buscado a propósito. Por lo menos, al principio. En realidad, algunos de esos psíquicos han manifestado públicamente su deseo de dejar de encontrarse con los, para ellos molestos fenómenos que, con frecuencia, se entrometen en sus conciencias.
La clarividencia positiva, una vez adquirida, se convierte en un capital permanente que el Ego retiene en las vidas siguientes, por lo menos, en tanto en cuanto continúe conduciéndose a sí mismo como lo haría un aspirante. La clarividencia negativa, en cambio, se ha fomentado por muchos que, desgraciadamente, no tienen idea de los peligros potenciales a los que se exponen.
Es nuestro deber, como estudiantes y como aspirantes espirituales, desarrollar todas y cada una de las facetas de nuestras habilidades, incluyendo especialmente las suprafísicas. Pero lo es también el desarrollarlas a lo largo de las líneas más favorables a nuestro propio progreso evolutivo y a nuestras posibilidades de servir a Dios y al Hombre.
El desarrollo psíquico negativo es peligroso para los Egos implicados y rara vez produce observaciones o “revelaciones” de valor intrínseco o duradero. La clarividencia positiva, en cambio, entrenada y sujeta a la voluntad y determinación del Ego, es un instrumento altamente efectivo para la investigación y el estudio científico. Y, cuando esa facultad se haya convertido en patrimonio de todos los hombres, se conocerán por su medio muchas verdades espirituales.
Extraído de: http://www.rosicrucian.com/foreign/framespa00.html
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