Comenzaré con una cita de san Pablo ( Romanos 6, 5):
«Sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado».
Así, todos llevamos nuestra cruz, pero no de la misma manera ni con el mismo objetivo. El hombre que sólo aspira a vivir la vida presente jamás conocerá el perfume de la Rosa alquímica que emana de nuestra cruz y morirá para siempre. El hombre que busca la Palabra perdida en su cruz tiene la oportunidad de encontrarla en esta vida, y vivirá para siempre. A éstos últimos el Evangelio dice ( Mateo 16, 24):
«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame».
Al caer en este mundo de exilio, hemos sepultado a Dios en nuestro cuerpo y vivimos de él, por lo que somos usurpadores que han ocupado un trono que no nos corresponde, por eso debemos ceder el paso al Dios que dormita en nuestra cruz. Él es como el fuego que está oculto en la madera, que cuando toma contacto con el fuego exterior, se enciende. Este es el objetivo de toda vía iniciática y comienzo de la Obra de regeneración.
¿Y quién enciende esta cruz humana para regenerarla? Ya sabemos que es el fuego de INRI (3): Igne Natura Renovatur Integra, es decir, ‘Por el Fuego, la Naturaleza es renovada íntegramente'. Naturaleza es otro de los nombres del fuego en su cruz.
En la narración evangélica de la crucifixión está magníficamente oculto este misterio bajo una forma que el literalismo y el historicismo han desdibujado a lo largo de los siglos, dando lugar a penosas formas de idolatría.
Pero la tradición hermética siempre recupera el sentido primero de la historia sagrada, de sus imágenes, narraciones y símbolos, y nos revela que INRI es el fuego celeste que viene en auxilio del hombre caído y se clava en su cruz, como sacrificio del «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» ( Juan 1, 29).
El Dios Altísimo se sacrifica para salvar al hombre, y en esta química sagrada, también seremos sacrificados para que de nuestra muerte iniciática renazca la vida restaurada en su totalidad.
El alquimista Louis Cattiaux escribió a sus amigos en una ocasión: « Creo que debemos consumir nuestra cruz y luego lavarla para extraer de ella la sal».(4) Así pues, de las cenizas herméticas de la cruz se extrae la sal de la vida, que es un cuerpo puro, libre de las impurezas que la invadieron a raíz de la caída, y ésta es la sal de la Sabiduría , llamada «espejo sin mancha de la actividad de Dios» ( Sabiduría 7, 26). He aquí la naturaleza de la cruz humana íntegramente regenerada por el fuego de INRI (5). Todo ha sido consumido, y todo ha sido consumado.
Termino recordando que el fuego siempre está presente en todo lo referido a la divinidad, y en el caso que nos ocupa ello es evidente, pues nuestra regeneración es una operación del fuego divino sobre el humano, como está expresado en El Mensaje Reencontrado de Louis Cattiaux (VIII, 54'):
«El fuego de Dios edifica la vida. El de los hombres la consume. No obstante, la suavidad del segundo puede manifestar la virtud del primero».
Por esa razón los caballeros Rosa Cruz podemos afirmar: Emmanuel , ‘Dios (está) en nosotros como una primicia que anuncia la edad del hombre nuevo.
1- Marsilio Ficino, De Amore , Tecnos, Madrid, 1994, p. 68.
2- Douzetemps, Le Mystère de la Croix , Sebastiani, Archè, Milano, 1975, p. 78.
3- INRI, iniciales de Iesus Nazarenus, Rex Iudaecorum , figura en Juan 19, 19-20 (Vulgata).
4- Louis Cattiaux, Florilegio epistolar , Arola editors, Tarragona, 1999, p. 74.
5- Sobre el fuego de INRI, véase Emmanuel d'Hooghvorst, El Hilo de Penélope , vol. I, Arola editors, Tarragona, 2000, pp. 154, 202 y 215.
Trabajo extraido de la revista Zénit del Supremos Concejo del grado 33 para España : http://www.scg33esp.org/zenit
Muy bueno me encanto
ResponderEliminarMe gusto mucho me emociona por la parte de la historia que narra cuánta espiritualidad!!!! Gracias
ResponderEliminar